Es complicado hablar de este juego sin ponerse a narrar todo lo que esconde detrás su historia. Se trata de uno de los universos más ricos y con un lore más cuidados, dentro del increíble universo de licencias que nos ha dado Hollywood, detrás de una única película. Ya, la producción original de 1982 ofrecía un terreno de cultivo increíble, aunque sólo diese algunas pinceladas de lo que podía llegar a darnos. Pero, el tiempo, el fandom, cómics y demás hicieron lo que Hollywood no consiguió, dando las secuelas y el transfondo que la gran pantalla no se atrevió a regalarnos.
Ahora, tras la creación de una serie que aumenta todo lo que hemos visto de manos de Netflix, vamos a prepararnos para volver a visitar Thra en formato videojuego. Que no es la primera vez que lo podemos hacer. Pero, no nos engañemos, en esta ocasión, al menos argumentalmente, la idea es un poco más ambiciosa.
Lamentáblemente, la ambición se queda aquí en el terreno hipotético. Como venimos viendo por los casos que hemos podido probar de juegos basados en producciones de Netflix, el objetivo se basa casi exclusivamente en crear un juego de rol, con un acabado raspado y que nos dé una leve oportunidad de tocar algunos argumentos o personajes que podremos ver con mejor suerte en la plataforma de vídeo por demanda.
Dark Crystal: Age of Resistance – Tactics no es otra cosa que un juego de rol basado en turnos y batallas independientes, en el que se han cogido personajes, lugares y parte del diseño y se han implementado un tanto a cascoporro para que podamos disfrutar del universo de Thra entre temporada y temporada.
El juego nos llega con una complejidad apretada y, en casos, algo desmesurada, que parece querer cubrir sus dolencias más graves. Nos explicamos: su sistema de farmeo y mejoras de los personajes es demasiado lento y farragoso en momento. Incluso puede resultar desesperante, al permitirnos tomar profesiones a los personajes que utilicemos en cada momento, con combinaciones limitadas de mejora y que arrastran en muchos casos a los personajes que utilicemos en cada una de las 80 batallas que tendremos que librar. Vamos, nos encontramos con el clásico juego en el que cada personaje, dependiendo de su raza o de su clan, tiene unas habilidades especiales. Y si queremos avanzar, tendremos que dedicar nuestros esfuerzos a mimar a una porción pequeña de todos los posibles personajes, ya que sólo podremos llevar a un número de ellos a trifulca y sólo aumentarán sus habilidades los elegidos. Al suceder eso, iremos perdiéndonos otras posibilidades, sin tener demasiadas opciones de hacer todo el juego grande o de explorar todas sus posibilidades sin caer en rejugarlo. Porque, entre las diferentes opciones de profesiones, profesiones secundarias y habilidades específicas de raza, la cosa podría haber sido mucho más rica.
A grandes rasgos, como decimos, el mayor problema del juego es que es demasiado complejo para ser tan simple. Han intentado destacar en el no tan extenso mundo de los juegos de rol tácticos, consiguiendo un producto que en ocasiones, al tener tantas opciones, nos deja con muy pocas.
Por el resto, al igual que con Narcos o con Stranger Things, el juego cumple también raspadamente. Sí, veremos a muchos gelflings, skeksis y demás razas de Thra. Incluso tendremos a nuestro lado a la maravillosa Aughra. Los cinco territorios estarán tomados directamente de la serie de televisión, de la que disfrutaremos argumento y personajes clave, con todos los añadidos que puedan caber en un videojuego de rol táctico por turnos. Su diseño, por lo tanto, también es bueno. Porque si algo destaca sobre todas las cosas en la producción de Dark Crystal: Age of the Resistance en Netflix es su maravillosa dirección de arte. Incluso la música elegida queda fantástica o hasta podemos estar de acuerdo con la decisión de tomar ilustraciones realmente bellas para ilustrar la historia.
Sin embargo, en general, todo palidece frente a un detalle muy importante: por muy bonito que sea el paquete, cuando no es espectacular a lo bruto, los jugadores al menos necesitamos un pequeño acicate en forma de mecánicas de juego sanotas. Y este juego no llega a todo esto. Ni X-Com, ni Fire Emblem tienen demasiado artificio, pero si disponen de mecánicas de juego realmente diferenciadoras en su género. Aquí nos quedamos en un medio camino en todos los aspectos. Claro, algo lógico si tenemos un precio reducido y somos plenamente conscientes de que es más un vehículo promocional que una experiencia videojueguil de alto nivel. Pero, la pregunta es, ¿acaso la obra de Jim Henson no se merecía llegar a nuestros días con un videojuego rompedor a la altura de la película de 1982?
